Las relaciones de pareja se establecen para dos fines esenciales: ser felices y resolver problemas. Una relación de pareja idealmente debe de ser una vía de desahogo de las tensiones, pues la compañía, el noviazgo o el matrimonio son compromisos que buscan generar un ambiente de alegría, confort, comunicación, creación de espacios de esparcimiento, confianza, y un grado de suficiente intimidad que no invada la integridad y seguridad de sus miembros.
Sin embargo, una relación de pareja que no cumpla las expectativas, o en la cual las características individuales llegan a ser más incompatibles que llevaderas, cuando se fuerza un noviazgo o relación matrimonial bajo la ilusión de que “cambiará” a futuro es vivir un presente de estrés y amargura.
Tener pareja es un asunto de estrés, pues significa tener también espacios de discusión, toma de decisiones, modificación de puntos de vista, etcétera. Son en sí mismas naturales las crisis en la pareja, sin embargo, una crisis debe de ser un momento en el cual la misma pareja se brinda la oportunidad de entablar un diálogo constructivo. De lo contrario, una crisis sin solución en la pareja marca un estrés constante en la misma.
